El creciente desabasto de medicamentos para el tratamiento del dolor, incluidos algunos psicofármacos que coadyuvan en su manejo, ha traído a mi memoria imágenes que creí nunca se repetirían en nuestro país. En la década de los años 90, atendía a mis primeros pacientes con enfermedades en etapa avanzada y terminal y era común que los visitara cuando se encontraban internados en algún hospital de la Ciudad de México.
Fuente: Reforma